El cuadro de Edward Hopper nos muestra a una mujer reflexionando mientras mira por la ventana.
Lo peor de Ivo pasó ayer. Tenía mil pensamientos en mi cabeza y los zapatos equivocados en mis pies. Estaba envuelta en una chaqueta pesada, una bufanda y ya lo dije, en los pies zapatos para todas las ocasiones, cometiendo el error de no tener en cuenta que había terminado de llover pero las calles aún estaban mojadas. Quería ir a la fiesta de cumpleaños de una compañera mía de trabajo. Tenía el pensamiento fijo sobre lo que iba a traerle. ¿Unas flores de color amarillo para enseñar el amor rencoroso que le tengo? O unas rosas rojas a recordar que a ella nunca se les llevará el novio porque un hombre no aguanta estar juntos a ella por más de una semana? Y si no traigo flores que alternativas hay que sean tan efímeras y supuestamente cariñosas y igualmente inútiles? Soy soltera. Mis compañeras de trabajo hacen lo que pueden para que yo me case con un hombre cualquiera. Me invitan a cenar en sus casas con viudos y hombres sin encanto.
La semana pasada el marido de otra compañera y yo nos cruzamos en el pasillo de su vivienda. Una mirada, un beso inesperado y su mano caliente se metió en mi escote. Ayer precisamente solo recordando lo que pasó experimenté un puñado de pensamientos turbulentos, a pesar de mis pies mojados por los charcos que encontré en el camino. Aturdida me quito la chaqueta y el frío me entra por el escote cómo una mano helada. Mientras me estremecía por el frío, reía por el recuerdo de como encontré el nuevo amante.
De repente en mí entorno me pareció que la gente me estaba mirando, casi a preguntarme: qué hace esta loca con ese viento frío.
De hecho pronto me pongo nuevamente la chaqueta... Y tomo la decisión de volver a casa, de no ir a la fiesta con la escusa de la tormenta. Llamé y me disculpé: estoy resfriada. Casi tengo fiebre.
Hoy es otro día. Ivo y yo ya nos conocimos. Él más débil, yo más atenta. Pero ahora estamos esperando a Gloria. Que es otra cosa. ¡Que pesadilla! Cada día elegir los zapatos adecuados al vestuario, al encuentro, al lugar adonde voy. Porque tengo un montón de calzados de todo tipos. Qué tiempo hace hoy, en la tarde o mañana es la última de mis elucubraciones. Por la cabeza me pasan una infinidad de ideas, que por la mayoría son tonterías pero también hay obligaciones. Y reflexiones que no están nada mal. Por lo tanto salir a la calle con Ivo o Gloria me da igual. Últimamente pasan por mi cabeza un montón de ideas conflictivas.
¿Es verdad, como dice mi amigo intelectual, que había menos ansiedad en la vida de las personas cuando las tormentas no tenían nombres?
A los inmigrantes los llaman monos, violadores, ladrones…
A los prisioneros les asignan un número…
¿Y qué significa cuando a un perro a veces se le da el nombre de una persona y otras veces un nombre de fantasía como rayo o gruñón?
O bien el cambio climático está volviendo loca a la gente o el mundo está retrocediendo.
¡Qué raro! Yo llamo mis amantes: el filósofo, el celoso, el apasionado… pero al final los divido en malabaristas y marionetas.