María del Mar Rodríguez ha recopilado testimonios de hace aproximadamente dos siglos, a partir del relato de sus familiares, para tejer la trama de la novela histórica La prestamista. La protagonista es una mujer que sabe manejar las cuentas. Petra aprende a ser autónoma, no solo económicamente, sino también en su forma de pensar, de actuar y en sus afectos. En un marco narrativo de vicisitudes familiares dominadas por las hipocresías de la época, a lo lejos se inserta la necesidad de emigrar, la unión entre dos mujeres fuera de todos los cánones, el drama de la Guerra Civil en sus fases iniciales que desembocará en el ascenso al poder de la dictadura franquista.
La trama se ancla en una isla de las Islas Canarias. La escasez obliga a los jóvenes a emigrar a Cuba, donde el cultivo del tabaco es próspero. En este contexto, surge la necesidad de reunir dinero suficiente para emprender el viaje de la esperanza. El libro narra la vida cotidiana de pequeñas localidades, culminando con sucesos históricos desde la perspectiva de los vencidos. No son episodios de historia edulcorada, teñidos de falsificaciones y en sintonía con la narrativa oficial, como los contados en los libros de texto impuestos desde arriba.
La prestamista es un libro escrito con tacto y maestría. Toda creación literaria busca dejar su huella. A menudo, emerge el aspecto narcisista del artista. Pero, como dice Calogero (Kàlos) Bonasia hay frutos sin semilla que dejan huellas de su pasado, quizás magníficamente expresadas con arte y artificios, y hay frutos con semillas que proyectan nueva vida hacia el futuro. El libro de María del Mar es uno de estos: al hablar de emigración, amor y memoria, anima al lector a cultivar su propia memoria y la de los demás para comprender mejor el presente, para saber de qué lado estar, para no quedarse rehén de elecciones desastrosas perpetradas en perjuicio del pueblo inerme.
"El olvido es la mayor injusticia que puede cometer una sociedad".
Cultivar la memoria significa emanciparse de la corriente principal, crear las premisas para aumentar la propia autonomía de pensamiento, reservarse momentos de reflexión en los que pueda tomar forma una visión holística de las cosas.
Y se miran con una sonrisa en los ojos, porque después de tanto tiempo aquellas batallas verbales en las que la prestamista siempre gana y el comunista acepta su derrota, se han convertido en la manera que tienen de decirse cuanto se quieren y se respetan […] por fin, aquel chiquillo orgulloso y malcriado que mató de pena a su madre ha entendido que Juana y ella necesitaron agarrarse a gestos diminutos para creerse libres y olvidar que les había tocado formar parte del bando perdedor.
Libertades menudas y eventuales que ayudan a vivir.
Aquel que percibe lo diminuto, es capaz de comprender la totalidad de lo grande.